Humanidad tras los muros

Desde este lado del muro, donde la vida se siente diferente, también hay corazones que laten, pensamientos que no se detienen, ganas de cambiar. Aquí seguimos siendo personas, aunque el mundo parezca olvidarlo.

Por eso hoy queremos hablar, no para que nos juzguen ni para pedir compasión, sino para que nos escuchen. Para decir que los Derechos Humanos y la Seguridad no deberían pelearse entre sí. Porque los dos son importantes. Los dos hacen falta.

Sabemos que la seguridad es necesaria, la entendemos: aquí dentro hay reglas, hay controles, hay riesgos; pero también hay momentos en los que uno necesita una mano amiga, una palabra justa, un gesto de respeto que te recuerde que no todo está perdido.

Porque cuando una persona se siente tratada con dignidad, empieza a creer otra vez en sí misma, empieza a pensar que sí puede cambiar, que sí vale la pena luchar por algo distinto.

Aquí adentro no solo hay errores, también hay historias; hay personas que han caído, sí, pero también quieren levantarse. Personas que lloran por sus hijos, que sueñan por salir y hacer las cosas bien, que aprenden a valorar lo que antes no vieron.

No pedimos favores, pedimos condiciones que nos ayuden a salir mejores, no peores: educación, salud, trabajo, espacios para aprender a creer… no porque sea un premio, sino porque es un derecho.

No dejemos que el encierro apague los sueños, cada gesto de respeto también transforma. Detrás de cada reja hay personas; y donde hay personas, hay esperanza.